Se llama MICAEL y suele hablarme así:
Deja ya de correr tras las personalidades.
Nadie es pobrecito, a nadie le podes masticar la comida, por más que así lo hagas, no le ayudarías, absorberías tu lo que debe llegar a él.
Si no le hacemos entender y entendemos nuestro potencial, nunca seremos capaces de detonarlo.
Eso te hará humilde en espíritu y potente en acción.
Haz crecer al otro, sin realizar sus tareas, que cada uno haga la parte que le corresponde.
¿Que puedes ayudar? Sí, ¡muchísimo!, dándole amor e incitándolo que busque, que profundice, que aprenda los caminos, que flote primero y después que nade, que se siente primero y que luego de los primeros pasos.
Tanto en un lado como en el otro, se tiene que ser cauto, no pondrías a nadar a nadie en aguas profundas, lo ayudarías a tomar confianza, sabiendo que deberá muchas veces tragar agua y hundirse para llegar a nadar.
Lo mismo harías para caminar, no lo pondrías en lugar de peligro, donde seria indefenso, lo pondrías cerca tuyo en lugares seguros y también sabiendo que se caerá muchas veces antes de aprender a hacerlo.
Hay cosas que jamás podrás hacer por el otro, tenlo claro, hazlo crecer, guíalo en las dificultades, ayudando a que las pase.
Sé espejo de aquello que puedas realizar, facilítale herramientas, o mejor ayúdale a buscarlas, dile después como se usan, y que el saque con ellas, todo lo que su capacidad permita y verás con seguridad que sacará o hará nuevas cosas, que pueden o no ser mejores que las que vos conocías, pero serán distintas.
Quizás te encuentres que logró hacerlo mejor que tu, y que eso sea motivo de gran regocijo “porque de esa manera se es maestro”.
Cada ser encierra el potencial del todo, por eso debemos dejar que él explore, todo está dado por el
“Padre” para todos, y es tarea de cada uno el encontrarlo.
MICAEL
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